Como en la vida, encontramos aquí la fuerza del mar embravecido y, tan solo unas horas después, la calma de una playa desierta que nos invita, como un lienzo a un pintor, a dejar nuestra huella en ella.
Acepto el reto y, con unas sencillas líneas, dibujo un símbolo en la arena, recordando los mandalas de los monjes tibetanos, sabiendo que a la mañana siguiente el mar habrá borrado toda marca, y prepara de ese modo el paño nuevamente para que quien camine sobre ella, se anime a escribir el mensaje de su corazón.
Así transitamos por esta vida y está en nosotros la decisión de pintar, cantar, celebrar la existencia, aun a sabiendas de que "esto también pasará".
Dejar nuestra huella viviendo el presente…
Momento a momento…
Conscientes de que nada en el mundo material perdura para siempre.