Mujer
prestaste tu cuerpo
para
albergar la semilla.
Nutriste
por nueve meses,
me
regalaste la vida.
Empecé
a manifestarme
en esta
tierra bendita.
Tus
pechos llenos de amor
alimentaban mis días.
Hasta
que pudiera solo
avanzar
en mi camino,
me
refugiaba en tu ser,
encontrando
luz y abrigo.
Encaminado
al destino
que me
habría de forjar,
me fui
entregando a otros brazos
que
también me iban a cuidar.
Como
amante, compañera,
amiga o
desconocida,
fuiste
dando contención,
guiando
al alma perdida.
Obrando
de muchos modos,
con
palabras y con risas,
con
manos sabias y Reiki,
sigues
cuidando la vida.
Porque
sabes que la planta,
ha de
llegar a florecer,
para
esparcir sus semillas
y para
volver a nacer.
Por eso
sigo encontrando
la
energía femenina,
que va
siguiendo mis pasos,
que va
cuidando la vida…
Carlos
Iacono